Permiso para aterrizar

Baja California Sur

De costa a costa

Por: Ivett Rangel
Fotos: Mariana Mijares y Cortesía Los Angeles Tourism & Convention Board

Esta es una travesía de Loreto a Guerreo Negro, un recorrido que atraviesa pueblos mágicos, misiones e islas para descubrir los más increíbles tesoros. Solo hay que volar a Loreto para dejarse llevar por el viento rumbo al norte.

Baja California Sur es uno de los estados más jóvenes de México (pues fue reconocido como tal hasta inicios de la década de 1970), pero su belleza es milenaria. Recorrer la franja que va de Loreto a Guerrero Negro también es una travesía en el tiempo, porque implica regresar a lo primigenio, a lo natural, a lo simple. 

Por su paisaje principalmente desértico, Baja California Sur podría parecer agreste. Sin embargo, al ser una península abrazada por mares y albergar en su interior increíbles oasis, es una de las regiones más biodiversas del país y del planeta. 

Entre sierras y lagunas, desiertos y mares, han encontrado refugio un sinfín de especies marinas y terrestres, pero también ha sido hogar de los pueblos originarios, los jesuitas y otros migrantes que han dejado muchas historias que contar.

Loreto, el punto de partida

En el centro de Baja California Sur, la naturaleza creó una verdadera obra de arte, un paisaje ocre salpicado de verde cardón que hoy tiene un Pueblo Mágico, Loreto, con fachadas coloniales y calles empedradas por las que transcurren los días más tranquilos. 

 

Por su privilegiada ubicación entre el golfo de California y las sierras La Giganta y Guadalupe (el área más intacta del estado), este rincón hace una promesa que cumple absolutamente a los viajeros de cepa: acceso a una historia bellamente construida y a la naturaleza más indómita y sorprendente de México. Todo en un solo lugar.

Loreto es el punto más cercano al Parque Nacional Bahía de Loreto que, además de un hermoso mar, cuenta con cinco islas –Catalana, Coronados, Del Carmen, Danzante y Montserrat– más 10 islotes, todos de origen volcánico. Entre sus designaciones destacan: Parque Nacional, Sitio Ramsar y Patrimonio de la Humanidad.

En esta zona habitan lobos marinos y tortugas marinas, y llegan a reproducirse ballenas azules entre febrero y marzo, especies centinelas de otras, entre marinas y terrestres, y de la conservación del entorno.

La conciencia medioambiental es un tema común entre la comunidad local, la cual se distingue por su sencillez y amabilidad. 

Entre playas, desiertos, lagunas y sierras,

Mulegé, en Baja California Sur, es un verdadero oasis de vida y una de las regiones más biodiversas del país. Crédito: Cortesía FITURCA.

Tesoros sacros

En Loreto se halla el asentamiento más antiguo de Baja California Sur, la Misión de Nuestra Señora de Loreto Conchó, la primera establecida por los jesuitas en 1697. Desde aquí partió la evangelización y colonización de toda la península hacia la Alta y la Baja California, por lo que se le considera la madre de todas las misiones. En las pinturas de la iglesia de estilo barroco se puede conocer la historia de cómo los misioneros se integraron a la vida en Baja California Sur. 

A 30 kilómetros de Loreto se encuentra la Misión de San Francisco Javier, llamada la joya de las misiones por su arquitectura y pasado únicos. Nadie debe partir hacia Mulegé, la siguiente parada de esta ruta, sin visitar primero este lugar cercano al ojo de agua de Biaundó. 

El Parque Nacional Bahía de Loreto

Es refugio de animales migratorios, como las ballenas azules, y hogar para lobos marinos y tortugas, entre muchas otras especies. Crédito: Cortesía FITURCA.

Mulegé, de naturaleza franca

A 135 kilómetros hacia el norte de Loreto, por la Carretera Transpeninsular 1, se encuentra Mulegé, el segundo municipio más grande de México. Abarca poco más del 40% del territorio sudcaliforniano y alberga dos regiones naturales: la Costera del Golfo y parte de la Costera del Noroeste​,  dos territorios con experiencias que deleitarán a los viajeros. 

Mulegé se presenta como un rincón franco, sin lujos pero con verdaderos tesoros por descubrir. Sus pinturas rupestres de más de 10 mil años están enclavadas en una sierra prácticamente virgen, posee magníficos oasis que rodean a sus misiones y tiene un pueblo francés casi perdido en el desierto. 

En Mulegé también están la cueva de San Borjita, las dunas Don Miguelito, el complejo volcánico Tres Vírgenes y la salinera Guerrero Negro, rincones que conquistan sin excepción. 

Nuestra Señora de Loreto Conchó

Se considera la madre de las misiones, pues desde aquí partió la evangelización y colonización de la península hacia la Alta California. Crédito: Cortesía FITURCA.

El Vizcaíno

“Todo en el extremo norte es vasto: aquí se puede sentir la inmensidad de la naturaleza bajo millones de estrellas; eres parte de un universo infinito”, reza la promesa de Mulegé a los recién llegados. Y es que en este municipio también se encuentra la Reserva de la Biosfera de El Vizcaíno, catalogada como Bien de Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO. 

La reserva alberga ecosistemas de valor excepcional, como las lagunas costeras de Ojo de Liebre y San Ignacio. En ellas se reproducen ballenas grises, becerros marinos, leones marinos californianos, elefantes marinos septentrionales y ballenas azules, así como cuatro especies de tortugas marinas en peligro de extinción. Ambas lagunas son Sitio Ramsar como humedales de importancia internacional. 

Dentro de la misma reserva se localizan las pinturas rupestres de la sierra de San Francisco, también Patrimonio Cultural de la Humanidad por ser uno de los conjuntos más notables en el mundo. Estas pinturas se han logrado mantener en un admirable estado de conservación gracias a la sequedad del clima y el difícil acceso del sitio; representan seres humanos y numerosas especies animales, así como la relación del hombre con su entorno. Es un testimonio excepcional de una tradición artística única en su género.

Las poblaciones más cercanas a la reserva, todas dentro del municipio de Mulegé, son Guerrero Negro, Vizcaíno, San Ignacio y Santa Rosalía. Así que de camino a la costa del Pacífico, más vale hacer escala en San Ignacio, ya que ahí se encuentra la Misión de San Ignacio de Kaddá-Kaamán.

Esta misión es una de las más conservadas entre las antiguas edificaciones de la época, pues se construyó con bloques de piedra volcánica de 120 centímetros de espesor.  Su fachada destaca por sus ornamentos en bajorrelieve y nichos con esculturas de santos, y en su interior, asombra por el altar de madera labrado y chapado en oro con siete óleos y una figura de san Ignacio de Loyola, joya del arte sacro del siglo XVIII. 

Las pinturas rupestres de Mulegé

están enclavadas en una sierra prácticamente virgen, rodeada de magníficos oasis que enmarcan sus misiones. Crédito: Cortesía FITURCA.

Santa Rosalía, última parada

De regreso a Loreto para tomar el vuelo a casa, y para cerrar con broche de oro este viaje de costa a costa, hay que recuperar la energía en Santa Rosalía; aunque fue nombrado Pueblo Mágico en 2023, su encanto le viene desde siempre. 

Santa Rosalía se distingue por su arquitectura de estilo francés, y la iglesia de Santa Bárbara es la protagonista, pues se le atribuye al ingeniero Gustave Eiffel, sí, el mismo de la torre en París que lleva su apellido. Además, se le considera la primera iglesia prefabricada que se instaló en México.

Otros edificios que se deben admirar son el Palacio y el Archivo Municipal, el Museo de Historia de la Minería (para entender las raíces de este pueblo), la Biblioteca Mahatma Gandhi y el Hotel Francés. 

A la riqueza arquitectónica se suman las bellezas naturales, como la Bahía de la Concepción, el lugar ideal para practicar actividades acuáticas, y las playas de arena negra que distinguen a esta localidad de otras. 

En Santa Rosalía hay que probar el pan de El Boleo, un establecimiento de madera que desde 1901 impregna el pueblo de aroma a pan recién horneado. Su función era abastecer de pan tanto a los franceses que operaban la compañía minera como a los trabajadores de la mina de cobre. Hoy, propios y extraños obligan a mantener el horno encendido todo el día con antojos dulces y salados. 

De camino hacia el Pacífico

Hay que parar en la misión de San Ignacio de Kaddá-Kaamán, una joya del arte sacro del siglo XVIII. Crédito: Shutterstock.

En esta travesía por el corazón de Baja California Sur hay que degustar pausadamente su gastronomía, mezcla de épocas e influencias: de los primeros cazadores y pescadores, después de los misioneros jesuitas, luego de los pobladores franceses y en tiempos recientes de migrantes de otros países. Todo desemboca en una tradicional cocina mexicana del noroeste donde los frutos del mar son el ingrediente principal.

Vuela a Baja California Sur

Volaris opera vuelos directos a Loreto desde: Guadalajara y Tijuana.

 

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