Tutankamón tiene una enredada leyenda que aún representa muchos cabos sueltos. Se sabe que heredó el trono de su padre a los nueve años, su reinado fue bastante corto y se considera uno de los faraones menos relevantes. Y es justo por ello que radica su importancia: su tumba fue olvidada y jamás saqueada. Por eso, en 1922, el arqueólogo británico Howard Carter la encontró casi intacta y pudieron rescatarse sus restos y la famosa máscara dorada del niño rey. Gracias a Tutankamón hoy podemos entender la grandeza del imperio, así como las costumbres, ritos y creencias de esta civilización.