Guadalajara
Algunas joyas de la Perla de Occidente
Un paseo por la arquitectura colonial de Guadalajara te permite conocer más sobre su historia y leyendas. Aquí te recomendamos algunos de los puntos más destacados que debes visitar.
La catedral es el centro de Guadalajara. A partir de ella, la vida social, cultural y política de la ciudad se despliegan en forma de cruz: aunque esta peculiar disposición sea muy reciente, pues a mediados del siglo XX fue planeada por el arquitecto Ignacio Díaz Morales, la catedral está en el corazón de la llamada Cruz de Plazas, formada al norte por la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, al sur por la Plaza de Armas, al oriente por la Plaza de la Liberación y al poniente por la Plaza los Laureles.
La construcción de la Catedral Metropolitana de Guadalajara inició en 1561 y concluyó en 1618, pero las emblemáticas torres amarillas —gran ejemplo del divertido estilo “gótico tapatío”— fueron reconstruidas a finales del XIX. Según cuenta el investigador Guillermo García Oropeza, éstas se diseñaron a partir del dibujo de una catedral francesa trazado sobre un plato.
Como toda iglesia principal, la nuestra también tiene su espíritu dark; ahí se resguardan las reliquias de santa Inocencia, cuyo padre se oponía a que la pequeña se convirtiera al catolicismo hasta que, al hacer ella su primera comunión, este la mató. Hoy en día las personas siguen yendo a colgarle milagritos.
Pon contento el corazón
A unos pasos de la parroquia se ubica el edificio del actual Museo Regional de Guadalajara el cual se construyó sobre los cimientos del Seminario de San José, fundado a finales del siglo XVII, pero no fue sino hasta mediados del siglo siguiente que se edificó tal como puede apreciarse ahora, con su puerta barroca y sus cinco patios. Desde 1918 funciona como museo y resguarda uno de los mayores tesoros de la historia natural de Jalisco: el mamut de Santa Catarina, una osamenta completa encontrada a unos 300 kilómetros de la ciudad, en la localidad del mismo nombre, así como un rico acervo arqueológico de las culturas prehispánicas de occidente.
Sobre avenida Alcalde, hacia el norte, encontramos la fascinante Casa de los Perros. Curiosamente este lugar marca el fin del periodo histórico de nuestro recorrido (la arquitectura colonial), ya que fue construida en el siglo XIX. Sin embargo, en el mismo sitio se estableció en 1792 la primera imprenta de la Nueva Galicia, en la cual Miguel Hidalgo imprimió el primer periódico independiente: El Despertador Americano. García Oropeza afirma que su estilo arquitectónico es más de la belle époque. Alguno de sus distintos propietarios mandó traer de Nueva York dos estatuas de perros pointer, que vigilan uno al norte y otro al sur de la fachada, de ahí su nombre.
Se dice que el último dueño legítimo de la casa murió intestado y que descansa en una tumba del Panteón de Mezquitán. Se dice también que quien vaya a rezarle un novenario a su mausoleo y se someta a los tormentos que esta alma en pena decida infligir recibirá las escrituras de la finca. Nada mal para los tiempos que vivimos, ¿no? Años después, el edificio se convirtió en el Museo del Periodismo y las Artes Gráficas, pero por desgracia parece que recientemente las obras de la línea 3 del tren ligero dañaron su estructura.
Laberintos subterráneos
Hay quienes aseguran que de la catedral se extienden túneles en diversas direcciones, que al menos todo el centro de la ciudad está colmado por estos caminos subterráneos, por los cuales en el pasado las familias ricas escapaban de sus perseguidores, o escondían a sus hijas embarazadas o a los hijos recién nacidos de monjas y frailes en los tramos entre conventos y seminarios, como es el caso de la Preparatoria Jalisco y el Edificio Arroniz, ahora sede de la Secretaría de Cultura del Estado, y en otros tiempos la Congregación del Oratorio y el Seminario Mayor. También cuentan que durante la época posrevolucionaria estos túneles fueron utilizados por cristeros o tropas oficiales, según fuera el caso, para escapar o esconderse. Toda una París con sus catacumbas y misterios, solo que en lugar de crème brûlée, aquí comemos jericallas.
Hospicio Cabañas: donde nacieron las jericallas
Este manjar culinario que se puede encontrar a diario en cualquier mercado, tiendita, restaurante o puesto de jugos fue inventado por las monjas que cuidaban de los niños en la Casa de la Caridad y la Misericordia, donde hoy se encuentra el Instituto Cultural Cabañas, mejor conocido como Hospicio Cabañas. En este edificio del siglo XIX, cuyo trazo corrió a cargo del célebre arquitecto español Manuel Tolsá —quien también construyó la Catedral Metropolitana y el Palacio de Minería en CDMX, entre muchas otras obras—, se encuentra una cúpula pintada por José Clemente Orozco: su imponente Hombre de fuego parece centellear como un sol sobre los visitantes de la Capilla Clementina.
Este portentoso edificio de estilo neoclásico cuenta con 23 patios —muchos de ellos perfumados con la fragancia de los naranjos en flor que albergan—, más de 100 habitaciones, decenas de pasillos y dos capillas que atesoraron el conocido “reloj de la muerte”. A decir de las monjas que cuidaban de los niños, cada vez que este reloj se detenía sin motivo aparente, uno de los pequeños moría. A tal grado llegó el temor a esta leyenda que fue retirado definitivamente a mediados del siglo pasado. Hoy en día, el Hospicio Cabañas ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
San Sebastián y Huentitán el Bajo
De este lado de la ciudad, es decir, a un costado del antiguo río San Juan de Dios, ahora Calzada Independencia, hay una verdadera riqueza histórica: el viejo barrio de Analco nos recibe con el Templo de San Sebastián, que inició como una pequeña ermita que data de 1560 y luego, en 1696 se convirtió en el santuario barroco que hoy conocemos. Además de situarse en uno de los barrios más antiguos y tradicionales de la ciudad, junto con el barrio de Mexicaltzingo o el de Mezquitán, el atrio de este templo sirvió como punto de encuentro y de reconstrucción de la vida barrial para sus habitantes luego de las terribles explosiones del 22 de abril de 1992, que dejaron un saldo de centenas de muertos y heridos a causa de las fugas de gasolina que corrían por el drenaje.
Al norte de la calzada Independencia, ya muy cerca de la barranca de Huentitán, encontramos el Templo de Huentitán el Bajo. Su capilla de estilo barroco fue construida en 1543 por franciscanos, cuyo atrio resguarda una cruz, por lo que se cree que pudo haber funcionado como una capilla abierta. Allí se venera al Señor de Huentitán, el cual se dice que antes de pertenecer a este templo era parte de la comunidad de los indios de Mezquitán, pero su peregrinación era frecuentemente solicitada por los habitantes de Huentitán. Se cuenta que un día el Cristo ya no quiso salir del templo, y por más que lo intentaron, ya no cupo por la puerta. Según afirma el investigador Héctor Antonio Martínez González, en realidad los pobladores encontraron el Cristo en el río Santiago, lo rescataron y le rindieron culto hasta la fecha.
Estos son solo algunos de los puntos arquitectónicos coloniales más interesantes de Guadalajara, pero entre ellos hay barrios enteros, calles y jardines donde la ciudad respira, y donde nosotros también podemos respirar con ella tras un breve recorrido por su historia.
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